El cura rockero

En épocas pasadas, la mera presencia de tu imagen por la televisión hacía que en el pueblo fueras más conocido. La gente paraba al vecino de turno, con quien habitualmente sólo cruzaba un evasivo saludo, para decirle: te he visto por la tele, estabas de espectador en tal programa o cruzabas por la calle cuando tal locutor estaba haciendo una entrevista.
Y es que los medios de comunicación tienen la virtud de “aumentar la valía social de quien aparece en ellos”. (Así, por desgracia, personas que nunca han hecho nada de provecho en la vida, acaban siendo llamadas a tertulias para opinar sobre los más variados temas, demostrando con sus intervenciones que, efectivamente, su único mérito es haber salido alguna vez en televisión).
Hoy día, este fenómeno, en lugar de disminuir, se ha convertido en un hecho casi patológico de nuestra sociedad. Con las nuevas tecnologías, cualquier persona anónima puede llegar a ser reconocida por gente con quien no se ha cruzado en la vida (los grupos de fans a raíz de yutuve son un claro ejemplo).
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Hace unos años, fui invitado a una cena popular en las fiestas de un pueblo cercano al que vivía. Nada más llegar, un grupo de quinceañeras empezó a señalarme mientras decían casi a gritos, avisándose la una a la otra: “Mira, el cura. El cura.”
Se encontraban un poco alejadas, pero yo estaba convencido de que no las conocía de nada, así que pregunté a un vecino del pueblo que me acompañaba: “¿Conoces a esas chicas que me señalan?”
El respondió: “De aquí no son. Serán de la capital, porque los chavales del pueblo han invitado a las fiestas a bastantes compañeros de instituto.”
Al final, las crías no aguantaron más y vinieron todas a saludarme. Estaban ilusionadas y sonrientes, aunque lo único que dijeron fue un tímido “Hola”. (Gracias a Dios, la tontera de la adolescencia se acaba pasando con los años.)
Respondí intrigado: Hola. ¿Os conozco de algo?
Varias de ellas dijeron a la vez (mientras las demás soltaban una risita tonta): “Tú eres el cura rockero”.
- ¿Qué?
- Te llevamos en el móvil.
Ahí sí que ya no entendía nada, así que eché un vistazo a uno de los teléfonos móviles que me enseñaban. Entonces todo quedó claro:
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Ese año, uno de los chavales a los que daba catequesis de confirmación me pidió que convenciera a sus padres para que le permitiesen tener una guitarra eléctrica. (Había visto mi bajo eléctrico un día que me ayudó a meter unas cajas de folios en el despacho parroquial.)
Si no recuerdo mal, el chaval tenía ya ahorrado el dinero, pero sus padres no veían claro el asunto y no tenían ganas de ruidos en casa ni de que se despistase en los estudios.
Por suerte, no tuve que intervenir, pues él mismo acabó convenciéndoles no sólo de que le permitieran comprar el instrumento, sino también de que le pagaran las clases de un profesor de guitarra que venía al pueblo una vez a la semana.
Yo sabía que estaba estudiando guitarra, así que cuando tras una sesión de catequesis me pidió que le dejase probar el bajo para ver las diferencias en la digitación, no le puse excesivos inconvenientes.
Al parecer, mientras le enseñaba como hacer alguna escala básica, y sin que me diese cuenta, él me sacó una fotografía con el teléfono móvil y posteriormente, con el título “el cura rockero”, se la envió a algunas compañeras de clase. De ese modo, mi foto había ido pasando de unas a otras, al parecer con bastante “éxito”, pues aún la conservaban todas en el móvil.
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Preferí no enfadarme ante el hecho y me despedí amigablemente de las quinceañeras. Más tarde, tuve unas “palabritas” con el “fotógrafo” para poner las cosas en su sitio.
Efectivamente, en esto de las nuevas tecnologías y de la picaresca, los que vienen detrás nos superan.
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¡La paz contigo!
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P.D.: El chaval ahora, cuando tiene la ocasión, da conciertos por los bares de la zona, anunciándose como “El kaparra y su guitarra”. Gracias a Dios, no intervine para que le compraran la guitarra. Hace poco me encontré con la madre y me pidió encarecidamente que si alguna vez estoy con su marido, NUNCA le saque el tema del “Kaparra” porque… “¡lo está llevando muy mal!”.
De su música y sus letras, prefiero no hablar. ¡Me estoy haciendo viejo!

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