“… de los que asisten a misa con frecuencia.”

Es curioso cómo la gente cree que, por tener un familiar obispo o llevar en la cartera la imagen de algún santo, el cura va a tener mejor impresión de ellos como personas.
Cuando coincides con alguien esperando un ascensor o en la fila de la carnicería, enseguida te cuentan que de pequeños eran monaguillos o que, aunque no les veas por la iglesia, nunca se acuestan sin rezar la oración que les enseñó su madre (lo cual me parece perfecto, aunque la información no venga a cuento).
Pero si además tienen que pedirte algo, hay quien aprovecha para hacer un repaso pormenorizado de todas las veces que ha pisado la iglesia desde su Primera Comunión, supongo que esperando la aprobación del cura para que así realice más diligentemente la gestión que le piden.
Evidentemente, en la mayoría de estos casos, los hechos han sido “ligeramente” exagerados y esas personas no están “tan plenamente integradas como manifiestan” en el día a día de la comunidad parroquial.
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El pasado domingo regresaba a la iglesia después de acercarme al despacho para imprimir en la fotocopiadora algunos ejemplares más de la hoja parroquial, que prácticamente se habían agotado entre la misa del sábado y la de las 9 de la mañana. (Nunca sé calcular cuántas harán falta cada semana.)
A pesar de que la iglesia había quedado abierta, opté por entrar por la puerta de la sacristía que da a la calle.
Cuando abría la puerta, oí que alguien me llamaba por detrás. Un hombre de unos 60 años, a quien no reconocí, me hacía señas desde un coche para que esperara. Bajándose del automóvil, se acercó a mí con una amplia sonrisa y me saludó con evidentes muestras de familiaridad. Sin saber cómo reaccionar, pues realmente su cara no me sonaba de nada, le escuché cómo su nieta iba a empezar en otra población la catequesis de Primera Comunión y necesitaba un certificado que acreditase que estaba bautizada.
Le propuse que me acompañara a la sacristía, donde tomé el nombre y la fecha de bautismo de la niña, confirmándole que en cuanto pudiera me acercaría al archivo parroquial para hacerle el volante de bautismo. El hombre me dijo que no era urgente y que ya se pasaría algún día después de misa para recogerlo. Al parecer, según dijo, era “de los que asisten a misa con frecuencia. Me gusta venir siempre que puedo.” (Cada vez estaba más extrañado de no reconocer su cara.)
Le propuse que en lugar de salir por la puerta por donde habíamos entrado (que ya había cerrado con llave), saliese por la iglesia, lo que aprovechó para decirme que no había problema porque la iglesia era para él “como su segunda casa”. (Llegue a pensar que tal vez se tratase de algún pariente del anterior sacristán, fallecido poco antes de que yo llegase a la parroquia, pero dada su familiaridad en el trato, no me atreví a decirle que no tenía ni idea de quien era. ¡Bastante fama de despistado tengo ya en el pueblo!). Con un fuerte apretón de manos se despidió y salió de la sacristía por la puerta que daba al interior del templo.
Al rato, alguien llamó a la puerta de la sacristía y al abrir me encontré con el mismo hombre que, con cara desconcertada, me dijo: “Oiga, que la puerta de la iglesia está cerrada y no se puede salir”.
Me extraño muchísimo, pues había dejado abiertas las dos puertas (tanto la que da a la plaza como la de la calle de atrás). Para abrirlas basta con empujarlas, pero a veces se hinchan un poco, así que le acompañé para comprobar lo que me decía.
Seguí al hombre por la iglesia vacía (aún faltaban más de dos horas para la siguiente misa) y cual fue mi sorpresa cuando se dirigió directamente a los portones, que efectivamente estaban cerrados, pues… ¡¡sólo se abren en las bodas, los funerales y cuando hay procesiones!!
Enseguida entendí por qué no me sonaba su cara y qué es lo que había querido decir con eso de que era “de los que asisten a misa con frecuencia.”
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¡La paz contigo!

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Pues eso, de la BBC (bodas, bautizos y comuniones) ;)

Aurora Llavona dijo...

Evidentemente, con frecuencia una vez al año, es una frecuencia bianualmente tambien ;-) .

Daniel Mora dijo...

Padre,

Esto me recuerda, los primeros dias de mi llegada a Puerto Rico.

Llegue a mi Parroquia, o mejor dicho a la que yo queria asistir, fui a confesarme y al finalizar la confesion, me dirigi al sagrario por el camino que conocia, para mi sorpresa estaba cerrado, y yo me pregunte, como es posible que este sacerdote me envie al Sagrario sabiendo que las puertas del templo estan cerradas... por que el me pregunto que si yo sabia el camino al sagrario y yo le conteste que claro que yo iba a misa los domingos en esa parroquia,regresa fui donde la asistente del parroco y le dige que estaban las puertas del templo cerradas.

Ella me dijo, que siempre permanecian cerradas, excepto en las horas que celebraban la misa, y me dijo, hay otro camino, no lo conoces? dije con pena que no, y ella me indico... es que no es lo mismo ir a misa que ir a la parroquia.

Dios nos bendiga

Un cura dijo...

Muy bien descrito, sí, señor.
Felicidades por este blog de otro cura, que se está iniciando en esto de la blogosfera