El Papa y la pancarta


Nos hemos acostumbrado a ver en los encuentros multitudinarios del papa con los jóvenes, sobre todo en las Jornadas Mundiales de la Juventud, grandes pancartas que hacen referencia a algún texto bíblico o dan ánimo al Santo Padre por la labor que realiza, indicando de paso que “tal grupo” está presente en el encuentro.
La verdad es que esas enormes pancartas, habitualmente fijadas a unas vallas o a la fachada de una casa, nos parecen algo habitual, pero no siempre ha sido así. A mí, junto con un pequeño grupo de jóvenes riojanos, me tocó llevar la primera de todas ellas.
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Era la primavera de 1984. Habíamos organizado un viaje para asistir a un encuentro mundial de jóvenes en Roma. Ninguno teníamos muy claro en qué iba a consistir todo aquello (aún no se habían instituido las Jornadas Mundiales de la Juventud), solamente íbamos a ver y a escuchar al nuevo Papa, Juan Pablo II, que había convocado a la juventud de todo el mundo.
Nos repartimos la organización del viaje, y encargamos al grupo de jóvenes de Haro (La Rioja) que hiciesen una pancarta “grande”, “que se viese y se nos viese”.
Cual es nuestra sorpresa cuando al montar en el autobús aparecieron con un gran fardo de telas y unos tubos bastante largos.
Nos olvidamos del asunto, pero llegó el día, ya en Roma, en el que estaba organizada una gran procesión desde el Coliseo hasta el Vaticano. Es entonces cuando sacamos la pancarta y la extendimos por primera vez. ¡¡Tenía 15 metros de larga por 2 metros de ancha! Y para portarla habían diseñado cuatro mástiles enroscables, como tuberías de fontanero, que una vez montados alcanzaban los 4 metros y medio de altura.
Se necesitaba como mínimo 10 personas para mover todo aquello, 3 en los mástiles centrales y 2 en cada extremo.
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La participación de jóvenes en el encuentro fue multitudinaria (la prensa habló de más de 300.000 jóvenes) y, para mayor seguridad, el gran gentío se dividió en bloques, con cierta distancia entre unos y otros. Nuestra pancarta era tan grande que la organización decidió que fuera encabezando uno de los primeros bloques de jóvenes. (Los jóvenes portaban palmas verdes, pues al día siguiente era Domingo de Ramos).
La pancarta era tan grande que dos tercios de la misma iba abriendo la procesión, mientras que el mástil del extremo derecho (el que llevábamos como podíamos entre un joven de Calahorra llamado Emilio y yo) iba totalmente orillado, a 5 metros del resto de la gente, ya que por debajo de ese tramo de pancarta pasaban los coches de la policía y las ambulancias.
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Mover la pancarta durante esos aproximadamente 5 Kms. fue duro, muy duro, pero al menos los edificios nos libraban del viento. El problema vino cuando hubo que cruzar el puente sobre el río Tiber. Los de Haro no habían calculado que su pancarta era en realidad una gran vela de 30 metros cuadrados colocada a mas de 4 metros de altura, y ese día era especialmente ventoso. Así que ahí nos tienes parando toda esa procesión internacional para hacer más agujeros en la tela de lona ¡¡con unas tijeras para las uñas!!, que era lo único que teníamos a mano.
Al final, totalmente agotados, llegamos a la Plaza de S. Pedro, y el tamaño de la pancarta, imposible de apoyar en ningún otro sitio que la propia pared de la basílica, hizo que, tras mucho insistir, la guardia vaticana nos permitiera a todo el grupo cruzar las barreras y colocarnos en un lugar de preferencia.
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Durante años he guardado recortes de la prensa internacional haciendo reseña del evento. En todos aparecía nuestra pancarta destacando en medio de un bosque de hojas de palmera verdes.
Curiosamente, varios de los que portábamos la pancarta somos ahora sacerdotes.
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¿Qué decía la pancarta?
CRISTO VIVE – Jóvenes de Comunidades Neocatecumenales – LA RIOJA-ESPAÑA
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¡La paz contigo!

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