En el año 2002 fui invitado a una ordenación sacerdotal en Takamatsu (Japón). No se muy bien el motivo (supongo que fue debido a que la catedral de allí no es muy grande, teniendo en cuenta el número de personas que se esperaba que asistieran), pero la celebración tuvo lugar en un hotel a las afueras de la ciudad.
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Me sorprendió encontrarme dentro del recinto del hotel, en unos bellos jardines japoneses, con lo que parecía ser una hermosísima iglesia construida recientemente donde se combinaban, con exquisita elegancia, rectitud de líneas, modernidad y tradición.
En el interior, el arquitecto había jugado con las tonalidades que entraban a través de las modernas vidrieras, creando un ambiente a la vez cálido y de recogimiento. ¡Vamos, que uno sabía que estaba en un lugar de oración!
Presidía el presbiterio una gran cruz vacía.
Me extrañó que, faltando poco más de una hora para que empezase la celebración, el lugar estuviese vacío.
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Me sorprendió encontrarme dentro del recinto del hotel, en unos bellos jardines japoneses, con lo que parecía ser una hermosísima iglesia construida recientemente donde se combinaban, con exquisita elegancia, rectitud de líneas, modernidad y tradición.
En el interior, el arquitecto había jugado con las tonalidades que entraban a través de las modernas vidrieras, creando un ambiente a la vez cálido y de recogimiento. ¡Vamos, que uno sabía que estaba en un lugar de oración!
Presidía el presbiterio una gran cruz vacía.
Me extrañó que, faltando poco más de una hora para que empezase la celebración, el lugar estuviese vacío.
Un seminarista japonés (¡que hablaba perfectamente el español!) me sacó de mi error: la ordenación sacerdotal no iba a tener lugar allí, porque aquello no era una iglesia.
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Al parecer, en Japón (después también he acabado viéndolo en España), muchos hoteles, además de ofrecer el salón del banquete y habitaciones para los invitados, tienen lugares como aquél para que allí mismo pueda celebrarse la ceremonia matrimonial. Tratan de imitar, aunque dándoles un toque de su propia cultura, las bodas occidentales que salen en las películas americanas y en los culebrones. Y no se conforman con el edificio, sino que incluso facilitan al oficiante de la ceremonia albas y casullas de las más variadas formas y colores. Vamos, aparentemente como en nuestras iglesias, pero cuidando mucho más la estética, los símbolos y la calidad de los materiales.
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Le comenté al seminarista japonés que me había impresionado el gusto y la belleza del lugar, pero que echaba de menos la figura de Cristo en esa gran cruz. Él me contestó sonriéndo:
- “¿Pero es que no lo entiendes? Ninguno de los que se casa aquí son cristianos. Les gusta casarse en este lugar y que el encargado de la ceremonia se disfrace de cura, del mismo modo que a los que se casan en Las Vegas les gusta que el oficiante se disfrace de Elvis Presley. Además, excepto los cristianos, ningún japonés entendería que la ceremonia de su matrimonio estuviese presidida por la figura de un hombre torturado y muerto.”
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¡La paz contigo!
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Al parecer, en Japón (después también he acabado viéndolo en España), muchos hoteles, además de ofrecer el salón del banquete y habitaciones para los invitados, tienen lugares como aquél para que allí mismo pueda celebrarse la ceremonia matrimonial. Tratan de imitar, aunque dándoles un toque de su propia cultura, las bodas occidentales que salen en las películas americanas y en los culebrones. Y no se conforman con el edificio, sino que incluso facilitan al oficiante de la ceremonia albas y casullas de las más variadas formas y colores. Vamos, aparentemente como en nuestras iglesias, pero cuidando mucho más la estética, los símbolos y la calidad de los materiales.
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Le comenté al seminarista japonés que me había impresionado el gusto y la belleza del lugar, pero que echaba de menos la figura de Cristo en esa gran cruz. Él me contestó sonriéndo:
- “¿Pero es que no lo entiendes? Ninguno de los que se casa aquí son cristianos. Les gusta casarse en este lugar y que el encargado de la ceremonia se disfrace de cura, del mismo modo que a los que se casan en Las Vegas les gusta que el oficiante se disfrace de Elvis Presley. Además, excepto los cristianos, ningún japonés entendería que la ceremonia de su matrimonio estuviese presidida por la figura de un hombre torturado y muerto.”
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¡La paz contigo!
3 comentarios:
Acertada visión del aspecto físico del crucificado. Solo partiendo de la realidad y no de poesías, podemos profundizar en el gran misterio salvífico de la cruz.
Me gusta su blog. Saludos desde Tenerife.
Hola, me parece muy interesante su blog. Tiene alguna dirección electrónica para contactar con usted?
Muchas gracias.
Conocí la página después de ver el premio que le dio Pensar por libre. Muy buena. Me quedo sorprendido con la ceremonia pagana. Un final imprevisible...
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