Blog amigable (II)

En ese mismo pueblo, al domingo siguiente, volvieron a esperarme de nuevo todas las mujeres en la puerta de la iglesia tras la misa. La que llevaba la voz cantante quiso dejarme las cosas claras:
- “Aquí tenemos la costumbre de recoger nosotros mismos la colecta de los domingos. La contamos y la ingresamos en la cuenta de la parroquia. Si no le parece mal, lo seguiremos haciendo.”
Como siempre he sido de la opinión de que es la propia comunidad la que debe encargarse de esas cosas, la iniciativa de aquellas mujeres me pareció estupenda, y más si todos estaban de acuerdo.
De este modo, cada domingo me daban un papelito indicándome lo recaudado en la colecta anterior.
En principio, todo parecía ir bien. Pero cuando, pasado un mes, traté de poner al día la libreta, pude comprobar que en todo ese tiempo no habían ingresado ni un solo céntimo. Así, al finalizar la siguiente misa dominical, pedí a toda la asamblea que se esperasen un momento porque quería hablar con ellos y, tras quitarme las ropas litúrgicas, les expuse con toda humildad el hecho. De nuevo fueron las mujeres las que respondieron con sinceridad:
- “Mire, es que los del pueblo hemos abierto una cartilla de ahorros y estamos ingresando el dinero allí hasta que veamos de qué pie cojea usted.
No sabiendo si enfadarme o echarme a reír, les dije con una sonrisa, pero con toda claridad: “Pues ya habéis visto que ando perfectamente y que no cojeo de ningún pié, así que ya estáis ingresando el dinero donde tiene que estar.”
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Caminé con esa comunidad durante más de siete años sirviéndoles como párroco y mi relación con ellos fue entrañable, aunque nuestra relación no empezara “con muy buen pié”. Como he dicho, es fundamental conocer a las personas y sus lenguajes para poder entenderles y quererles. En el fondo, todo el mundo es "amigable" a su modo.
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¡La paz contigo!

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