Ruidos en la casa (I)

Es curioso cómo muchas veces, consciente o inconscientemente, “jugamos con fuego”.
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Recuerdo a una señora que en cierta ocasión se acercó para hacerme una consulta. Persona de estudios, casada y con dos hijos, de profesión liberal, rondaría los 45 años. Aunque no solía frecuentar la iglesia, su relación con “el cura” (en ese caso, yo) solía ser cordial: cada vez que nos encontrábamos nos saludábamos y, si no andábamos con excesiva prisa, solíamos mantener una breve conversación.
Con todo, me resultó extraño el día que, cruzándonos a lo lejos en la calle, me hizo una seña y vino directamente a hablar conmigo. Aunque se sentía violenta, fue directamente al grano:
- Perdone. ¿Puedo hacerle una pregunta?
- Sí, claro. ¿Qué desea?
- ¿Usted… tiene permiso para hacer exorcismos?
La verdad es que eso era lo último que esperaba escuchar de aquella señora, así que le pregunté si tenía algún problema y si deseaba que fuéramos a hablar del asunto al despacho parroquial. Ella prefirió, si disponía de tiempo, que le acompañase al establecimiento en el que estaba empleada, pues a primera hora de la tarde trabajaba ella sola y no solía haber mucha clientela. (Me temo que ante lo delicado del tema, se sentía más cómoda hablándolo “en su terreno”.)
Allí la señora me contó que en su casa, desde hacía tiempo, estaba toda la familia muy inquieta por los ruidos que se escuchaban y porque sentían la presencia de “algo” o “alguien”. Lo que en principio habían sido hechos aislados, se repetían cada vez con más frecuencia y estaban acabando por alterar la vida cotidiana de aquella familia.
Respondiendo a algunas preguntas por mi parte, me contó que llevaban poco más de tres años viviendo en aquella casa. Estaban allí de alquiler, no conocían a los anteriores inquilinos y tampoco se habían atrevido a hablar del asunto con el propietario. Los ruidos y “presencias” habían comenzado unos tres meses antes, pero aquello se repetía cada vez con más frecuencia.
Le comenté que eso de los exorcismos era una medida extrema, pero lo que sí podía hacer sin ningún problema es acercarme a bendecir su casa, en caso de que no tuviesen constancia de que había sido bendecida antes.
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El hecho de la bendición de objetos y edificios es una práctica común en la Iglesia Católica. Es frecuente que los sacerdotes seamos solicitados para bendecir rosarios o medallas, el coche, la nueva casa o un negocio que se inaugura. Es un modo de dar gracias a Dios por los dones recibidos y de pedirle que a través de su uso sintamos su cercanía y los empleemos de una forma responsable y cristiana.
En estos casos, el sacerdote (o el diácono), tras la oportuna oración de bendición, hace sobre el objeto la señal de la cruz con su mano derecha y lo rocía con agua bendita. En el caso de una vivienda, tras una oración general, se va visitando y rociando con agua bendita cada una de las habitaciones (en alguna de ellas, en razón de su uso, puede también hacerse algún tipo de oración específica).

3 comentarios:

ave fénix dijo...

Como acabó el asunto cesaron los ruidos??
Perdón por mi curiosidad :)

Natalia dijo...

hola padre, le escribo por que en mi casa de hace algunos meses pasa lo mismo, el tema es que son ruidos como si andara gente por ahí, ruidos muy reconocibles, los peldaños de la escala, una mano deslizándose por la barandilla o la apertura de una ventana, yo no pienso de inmediato en fantasmas ni mucho menos por que es una casa en la que hemos vivido hace 27 años y la primera vez que lo escuche pensé que habían entrado a robar, revise todo y no había nadie, ni había forma de que alguien hubiese entrado, esto esta ocurriendo hace meses y si bien no percibo que haya algo malo, incluso mis perros se alertan con el ruido pero sin miedo ni reacción negativa, la verdad es que mi familia esta inquieta y eso me preocupa mas que nada, por eso solicito su consejo

el tío cura dijo...

La paz contigo, Natalia.
He visto tu comentario por casualidad porque hace ya más de dos años que no puedo poner al día mi blog. No te escribo a tu dirección de correo porque la desconozco.
Ante todo, ten sentido común. Normalmente en toda casa suele haber ruidos de forma natural.
Con todo, si eres creyente, bendecir la casa, si no lo habéis hecho ya, es una gran idea. Animáos a llamar a un sacerdote y que la bendiga (es una buena forma de pedir al Señor que se haga presente en vuestro hogar). Además, os brindará la ocasión de tener un mayor contacto con el cura de la parroquia, que sin duda podrá echaros una mano si vuestras inquietudes continúan.
Sabes que también cuentas con mi oración.
Unidos en el Señor.
El tio cura.