La imagen del Corazón de Jesús

A veces olvidamos que las estampas e imágenes de la Virgen o de los santos, los rosarios, e incluso las medallas y crucifijos, tienen valor para nosotros, los cristiano, sólo en la medida en que nos ayudan a sentir en nuestra vida la presencia cercana del amor de Dios-Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo), la compañía en nuestro caminar de nuestra Madre María o la intercesión de los santos. Por eso no debemos escandalizarnos cuando algún cristiano manifiesta con sinceridad, por ejemplo, que le ayuda más a sentirse bajo la mirada amorosa de Dios un paseo por la naturaleza que hincarse de rodillas ante la imagen del Cristo o de la Virgen de su pueblo.
Sólo el Padre sabe de qué medio se va a servir en cada caso para que el hombre no se sienta abandonado por su Creador.
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Hace ya más de 25 años, siendo yo estudiante de física en Zaragoza, una amiga que entonces hacía prácticas de enfermería en la “casa grande” (el Hospital “Miguel Servet”) quiso compartir conmigo una experiencia que le había emocionado:
Había ingresado en su planta una señora bastante mayor. Estaba ya muy débil y los médicos creían que posiblemente no pasaría de aquella noche.
La mujer, consciente de que el momento de encontrarse con el Padre estaba cerca, pidió que elevasen lo más posible la cama y que la girasen un poco para, desde el lecho, poder ver a través del ventanal de su habitación “la imagen del Corazón de Jesús” que presidía el parque de detrás del Hospital. (Se había fijado en su presencia cuando la colocaban en la cama, justo la más próxima a la ventana.)
Aunque, según las normas del centro, no estaba permitido modificar la ubicación del mobiliario en las habitaciones, dada la situación extrema de la mujer, entre mi amiga y un familiar giraron la cama lo justo para que, desde una posición natural, la enferma pudiera ver la imagen situada sobre el cerro cercano.
La anciana pasó sus últimos momentos con la mirada fija en aquella imagen, moviendo los labios pero orando en silencio mientras tuvo fuerzas. Después, con gran serenidad, cerró los ojos y ya no los volvió a abrir. Dejó este mundo con una expresión de profunda paz. Aquella imagen le había ayudado a sentir la presencia amorosa de Nuestro Señor a su lado en aquellos momentos decisivos de su vida.
Nadie, ni mi amiga, ni las demás enfermeras, ni los familiares, ni siquiera el capellán del hospital (que se acercó para darle la Unción), creyeron oportuno decirle que la imagen erigida en aquel parque era la de “Alfonso I, el batallador”.
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¡La paz contigo!



5 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo.
Ella no rezaba a la estatua.
Se servía de esa imagen para encomendarse al Señor.
Me gusta leer sus vivencias.
Un saludo desde Valladolid.
Luis Alberto.

Lucía dijo...

Qué divertido! Dios se vale de cualquier cosa para acercarnos a Él.

lichazul dijo...

es verdad
las imagenes nos ayudan a recordar lo que se ama
así como se gurada la imagen de nuestros familiares más cercanos y amados , las imagenes sacras representan ese lazo de amor
yo al cuello llevo un escapulario
desde hace bastante tiempo
y representa para mí el abrazo de una madre y el amor del padre que me cuida

me ha encantado este post
gracias por dejarle acá
un abrazo de paz
y las mejores vibras siempre:-)

pepito dijo...

Esta estatua está en mi parque preferido. Es Zaragoza

Unknown dijo...

¡Me ha gustado mucho esta historia!

Un saludo