En cierta ocasión recibí una llamada de teléfono de uno de los pequeños pueblos a los que atendía pastoralmente:
- Oiga, le llamo de ****. Venga usted corriendo porque un señor está pintando la puerta de la iglesia.
Enseguida supuse que alguien del pueblo estaría dando una capa de barniz al antiguo portón central del templo parroquial (un bello edificio hecho en piedra de sillería blanca en el siglo XVII). Acabábamos de poner un nuevo portón lateral (que es el que realmente se usaba) y el antiguo quedaba un poco deslucido.
- ¿Cómo que están pintando la puerta? ¿Qué quiere decir? ¿Que la están barnizando?
- ¡No, no! Que la están pintando. ¡Con pintura!
- ¿Pero… cómo que con pintura? ¿De qué color la están pintando?
- ¡Roja!
Ahí empecé a preocuparme.
- ¿Roja? Querrá decir marrón.
- No, roja. De un color rojo como las señales de tráfico.
.
No esperé más. Rápidamente cogí el coche y me presenté en aquella iglesia.
Efectivamente, me encontré a un colaborador de la parroquia que no vivía en el pueblo, pero que acudía los fines de semana y en las vacaciones. Tenía ya pintado casi un tercio del portón frontal de la iglesia… de un color rojo intenso (o tal como me lo habían descrito, de un rojo “señal de tráfico”).
Intentando no perder los papeles, y con el mayor respeto, me acerqué a preguntarle:
- Perdone, ¿qué está haciendo?
El hombre, con una sonrisa, me contestó:
- Ya ve. Dejando un poco decente el portón.
- Pero, ¿quién le ha dicho que lo pintara?
- Usted.
- ¡¡¿Cuándo?!!
- En la procesión del Corpus, ¿no se acuerda? Cuando llegábamos de vuelta a la iglesia, le dije: “Ese portón necesita una mano de pintura”, y usted contestó: “Eso parece”. Así que, aprovechando que tengo dos días libres, he comprado unos botes de pintura. A ver si acabo esta mañana, y mañana por la mañana le doy una segunda mano.
Me quedé totalmente desconcertado. Sólo fui capaz de preguntarle:
- ¿Y cómo es que está pintándolo de rojo?
Él me miró como si no entendiese por qué le hacía esa pregunta, y dijo:
- ¿Y que mejor color podía darle que EL DE LA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO?
.
Entonces entendí que “algo” no acababa de funcionar bien.
- Oiga, le llamo de ****. Venga usted corriendo porque un señor está pintando la puerta de la iglesia.
Enseguida supuse que alguien del pueblo estaría dando una capa de barniz al antiguo portón central del templo parroquial (un bello edificio hecho en piedra de sillería blanca en el siglo XVII). Acabábamos de poner un nuevo portón lateral (que es el que realmente se usaba) y el antiguo quedaba un poco deslucido.
- ¿Cómo que están pintando la puerta? ¿Qué quiere decir? ¿Que la están barnizando?
- ¡No, no! Que la están pintando. ¡Con pintura!
- ¿Pero… cómo que con pintura? ¿De qué color la están pintando?
- ¡Roja!
Ahí empecé a preocuparme.
- ¿Roja? Querrá decir marrón.
- No, roja. De un color rojo como las señales de tráfico.
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No esperé más. Rápidamente cogí el coche y me presenté en aquella iglesia.
Efectivamente, me encontré a un colaborador de la parroquia que no vivía en el pueblo, pero que acudía los fines de semana y en las vacaciones. Tenía ya pintado casi un tercio del portón frontal de la iglesia… de un color rojo intenso (o tal como me lo habían descrito, de un rojo “señal de tráfico”).
Intentando no perder los papeles, y con el mayor respeto, me acerqué a preguntarle:
- Perdone, ¿qué está haciendo?
El hombre, con una sonrisa, me contestó:
- Ya ve. Dejando un poco decente el portón.
- Pero, ¿quién le ha dicho que lo pintara?
- Usted.
- ¡¡¿Cuándo?!!
- En la procesión del Corpus, ¿no se acuerda? Cuando llegábamos de vuelta a la iglesia, le dije: “Ese portón necesita una mano de pintura”, y usted contestó: “Eso parece”. Así que, aprovechando que tengo dos días libres, he comprado unos botes de pintura. A ver si acabo esta mañana, y mañana por la mañana le doy una segunda mano.
Me quedé totalmente desconcertado. Sólo fui capaz de preguntarle:
- ¿Y cómo es que está pintándolo de rojo?
Él me miró como si no entendiese por qué le hacía esa pregunta, y dijo:
- ¿Y que mejor color podía darle que EL DE LA SANGRE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO?
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Entonces entendí que “algo” no acababa de funcionar bien.
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