Como ya he comentado en alguna ocasión, me gusta mucho la música (aunque últimamente, con tanto trabajo, la tengo tan abandonada como este blog).
Curiosamente, dos de mis ahijados (fui el padrino en sus respectivos bautizos) están enganchados por la misma afición. Aunque se pasan casi 8 años y no se conocen personalmente, tienen bastantes cosas en común: ambos se llaman Juan, ambos se toman en serio su vida de fe (con los altibajos propios de la edad) y ambos tocan la guitarra eléctrica.
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El mayor es hijo de unos muy buenos amigos y desde hace bastantes años, compaginándolo con los estudios o el trabajo, está metido en eso del mundillo del rock (es decir, ensayos en bajeras y garajes, compartiendo amplificadores –y, a veces, hasta instrumentos–; conciertos en fiestas de pueblos y festivales locales o regionales; sonidos y estética que apenas distingue a unos grupos de otros, aunque algunas de las canciones sean originales…)
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El otro Juan, el más joven (16 años), es hijo de uno de mis hermanos. Cuando aún no tenía 14 años, y después de insistirme mucho, le regalé una guitarra eléctrica con la condición de que si en un año no aprendía a tocarla dignamente me la quedaría yo. Él se lo tomó en serio y todavía sigue estudiando guitarra. El resultado es que, aunque sus estilos derivan bastante hacia el heavy metal, tiene ya un toque MUY bueno, y lo mismo se arranca por riffs de rock de los setenta que por improvisaciones de blues.
Poco antes de las Navidades me enteré de que había ganado un concurso “de guitarra”. Los primeros que me dieron la noticia no me sabían concretar más: sólo que era un concurso importante, que le habían hecho entrevistas y que el premio era una guitarra eléctrica además de dinero en metálico. Quedé gratamente sorprendido, pues apenas han pasado dos años desde que cogió una guitarra por primera vez.
Pocos días después, el principal periódico de la provincia, en la sección de juventud de los viernes, le dedicaba toda una página haciendo referencia al premio conseguido. Lo cierto es que, sin menospreciar el hecho de haber ganado, quedé un poco desconcertado al saber que se trataba... de un concurso de “air guitar”, es decir, con una música de fondo y con las manos desnudas, ¡¡simular que tocas la guitarra!!.
¡Bueno…! Por algo se empieza.
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Por cierto, Juan ha vendido la guitarra del premio y ha guardado el dinero junto con el premio en metálico para poder asistir este año 2008 a la Jornada Mundial de la Juventud con el papa en Sydney. ¡Me parece estupendo!
.
¡La paz contigo!
Curiosamente, dos de mis ahijados (fui el padrino en sus respectivos bautizos) están enganchados por la misma afición. Aunque se pasan casi 8 años y no se conocen personalmente, tienen bastantes cosas en común: ambos se llaman Juan, ambos se toman en serio su vida de fe (con los altibajos propios de la edad) y ambos tocan la guitarra eléctrica.
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El mayor es hijo de unos muy buenos amigos y desde hace bastantes años, compaginándolo con los estudios o el trabajo, está metido en eso del mundillo del rock (es decir, ensayos en bajeras y garajes, compartiendo amplificadores –y, a veces, hasta instrumentos–; conciertos en fiestas de pueblos y festivales locales o regionales; sonidos y estética que apenas distingue a unos grupos de otros, aunque algunas de las canciones sean originales…)
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El otro Juan, el más joven (16 años), es hijo de uno de mis hermanos. Cuando aún no tenía 14 años, y después de insistirme mucho, le regalé una guitarra eléctrica con la condición de que si en un año no aprendía a tocarla dignamente me la quedaría yo. Él se lo tomó en serio y todavía sigue estudiando guitarra. El resultado es que, aunque sus estilos derivan bastante hacia el heavy metal, tiene ya un toque MUY bueno, y lo mismo se arranca por riffs de rock de los setenta que por improvisaciones de blues.
Poco antes de las Navidades me enteré de que había ganado un concurso “de guitarra”. Los primeros que me dieron la noticia no me sabían concretar más: sólo que era un concurso importante, que le habían hecho entrevistas y que el premio era una guitarra eléctrica además de dinero en metálico. Quedé gratamente sorprendido, pues apenas han pasado dos años desde que cogió una guitarra por primera vez.
Pocos días después, el principal periódico de la provincia, en la sección de juventud de los viernes, le dedicaba toda una página haciendo referencia al premio conseguido. Lo cierto es que, sin menospreciar el hecho de haber ganado, quedé un poco desconcertado al saber que se trataba... de un concurso de “air guitar”, es decir, con una música de fondo y con las manos desnudas, ¡¡simular que tocas la guitarra!!.
¡Bueno…! Por algo se empieza.
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Por cierto, Juan ha vendido la guitarra del premio y ha guardado el dinero junto con el premio en metálico para poder asistir este año 2008 a la Jornada Mundial de la Juventud con el papa en Sydney. ¡Me parece estupendo!
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¡La paz contigo!
1 comentario:
Enhorabuena por ese ahijado tan artista ;-)
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