Young friend

Esta semana he recibido en el teléfono móvil un mensaje en inglés:
Young friend. God & his people expect much from u, because u have within u the Father’s supreme gift: the Spirit of Jesus. BXVI.
(Joven amigo. Dios y su pueblo experan mucho de ti, porque tienes en tu interior el regalo supremo del Padre: el Espíritu de Jesús. Benedicto XVI)
Es el mensaje que han recibido los jóvenes que participan en la Jornada Mundial de la Juventud en Sydney. Supongo que el mensaje me lo habrá enviado mi sobrino o alguno de los conocidos que están disfrutando de este encuentro.
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Lo cierto es que al recibirlo me han venido recuerdos de todas las concentraciones juveniles con el papa (entonces Juan Pablo II) en las que he participado, y cómo cada una se produjo en circunstancias diferentes de mi vida:
- el año 1984, en Roma (el origen de lo que luego serían la Jornadas Mundiales de la Juventud), todavía estaba estudiando magisterio. Fue una fuerte llamada a abrirse a nuevos proyectos en la vida.
- en 1989, en Santiago de Compostela, viví el encuentro como seminarista.
- en 1991 había acabado los estudios en el seminario y como diácono me tocó organizar el viaje con 100 jóvenes a Czestochowa (Polonia).
- en 1995, ya como sacerdote, organicé el viaje al Encuentro Europeo de Jóvenes en Loreto (Italia), pues la Jornada Mundial fue en Manila.
- y finalmente, en 1997 en París (Francia) fue mi adiós entrañable al papa viajero. Las labores pastorales hacían cada vez más difícil mi participación en este tipo de encuentros. Gracias a Dios, otros más jóvenes iban ocupando mi lugar permitiendo que las nuevas generaciones no se quedasen sin estas irrepetibles experiencias.
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Son muchas las anécdotas vividas en todas estas peregrinaciones. Hoy, un compañero de viaje (entonces él bastante joven) me ha recordado algo sucedido en Polonia:
Era un viaje de jóvenes y hubo que recortar al máximo los gastos para que pudieran asistir todos los que se lo propusieran. Así, como nos separaban de Czestochowa más de 2.500 kilómetros, alternábamos los días durmiendo en hotel con los que tocaba dormir en ruta acomodándonos como podíamos en el autobús. Por ello, vestíamos con lo más cómodo que teníamos.
Después de una larga etapa de 800 kilómetros, llegamos a Wroclaw, ya en Polonia. Los conductores del autobús me pidieron que saliese y preguntase "como pudiera" dónde se encontraba la calle de nuestro hotel (en aquellos tiempos aún no existían los gps ni “Google maps”).
Conociendo lo religiosos que son los polacos, me quité la camiseta llena de colorines que llevaba y, como ya era diácono, me puse la camisa negra y el alzacuellos.
Cuando bajé, la reacción de la señora que estaba junto al autobús (a la que pretendía preguntarle la dirección) me dejó desconcertado: en cuanto me vio salir por la puerta, se hizo la señal de la cruz y se alejó presurosa de mí. Otra señora, un poco más distante, tuvo la misma reacción al intentar acercarme a ella: se santiguó y se marchó casi corriendo. Al darme la vuelta, totalmente extrañado, vi que los jóvenes del autobús me hacían insistentemente señas a través de las ventanillas para que regresara.
Entonces me di cuenta de lo que pasaba:
Efectivamente, me había colocado la camisa de clergyman y el alzacuellos, pero había olvidado que llevaba puestas “las bermudas de color naranja-fosforito” que los jóvenes me habían regalado al comenzar el viaje. La combinación realmente era "como para santiguarse y salir corriendo" (precisamente, lo que habían hecho aquellas dos pobres señoras).
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¡La paz contigo!

3 comentarios:

ave fénix dijo...

Pero bueno!!! :) una anecdota graciosa de las que seguro al recordarla se seguirá riendo .

Me ha gustado su blog, lo he encontradao por casualidad.

Un saludo.

Miguel Angel dijo...

saludos tio cura... excelente anecdota... Dios le siga bendiciendo.

Miguel Angel dijo...

espero a q si llego a ser fraile capuchino, no me ponga solo la cuerda y deje el habito... jajaja paz y bien