Un compañero sacerdote, que viaja todos los años un mes a Chile, me contó al regreso de uno de sus viajes una anécdota curiosa:
.
El párroco de una parroquia chilena, aprovechando que un sacerdote estaba pasando unos días por allí, le propuso quedarse durante una semana al cargo de la parroquia, pudiendo así él tomarse unos días de descanso (al parecer, llevaba ya bastantes años sin vacaciones).
El sacerdote forastero aceptó gustoso, y recibió las debidas instrucciones por parte del párroco que, entre otras cosa, le pidió que visitase en su ausencia a los enfermos y a la gente mayor de la parroquia, dejándole una lista:
“No olvide visitar a la Sra. ****, que está ya muy anciana. Es una mujer encantadora y agradece mucho que cuando se le visita se le lleve algún detallito: unos dulces, por ejemplo, porque ella es muy golosa.”
.
El sacerdote no olvidó las instrucciones dadas por el párroco, y el día que visitó a aquella señora no olvidó llevarle una bolsita con dulces.
Ella, ya muy mayor, le recibió con una sonrisa y le introdujo en el saloncito de su casa. Allí, en torno a una mesita redonda, estuvieron largo rato charlando.
Encima de la mesita había un platito con cacahuetes ya pelados y, al cabo del rato, el sacerdote se dio cuenta de que, metido en la conversación, había ido picando de esos cacahuetes hasta no dejar ni uno. Avergonzado, pidió disculpas a la señora, pero ella le contestó:
“No se preocupe. Si yo ya no tengo dientes. Yo les chupo el recubrimiento de chocolate y lo demás lo dejo en el plato.”
.
Mi amigo afirma que es un hecho real, pero siempre ha negado que eso le sucediese a él. (Aunque, cada vez que se lo recuerdo, su cara cambia totalmente y noto en él un ligero estremecimiento.)
.
¡La paz contigo!
.
El párroco de una parroquia chilena, aprovechando que un sacerdote estaba pasando unos días por allí, le propuso quedarse durante una semana al cargo de la parroquia, pudiendo así él tomarse unos días de descanso (al parecer, llevaba ya bastantes años sin vacaciones).
El sacerdote forastero aceptó gustoso, y recibió las debidas instrucciones por parte del párroco que, entre otras cosa, le pidió que visitase en su ausencia a los enfermos y a la gente mayor de la parroquia, dejándole una lista:
“No olvide visitar a la Sra. ****, que está ya muy anciana. Es una mujer encantadora y agradece mucho que cuando se le visita se le lleve algún detallito: unos dulces, por ejemplo, porque ella es muy golosa.”
.
El sacerdote no olvidó las instrucciones dadas por el párroco, y el día que visitó a aquella señora no olvidó llevarle una bolsita con dulces.
Ella, ya muy mayor, le recibió con una sonrisa y le introdujo en el saloncito de su casa. Allí, en torno a una mesita redonda, estuvieron largo rato charlando.
Encima de la mesita había un platito con cacahuetes ya pelados y, al cabo del rato, el sacerdote se dio cuenta de que, metido en la conversación, había ido picando de esos cacahuetes hasta no dejar ni uno. Avergonzado, pidió disculpas a la señora, pero ella le contestó:
“No se preocupe. Si yo ya no tengo dientes. Yo les chupo el recubrimiento de chocolate y lo demás lo dejo en el plato.”
.
Mi amigo afirma que es un hecho real, pero siempre ha negado que eso le sucediese a él. (Aunque, cada vez que se lo recuerdo, su cara cambia totalmente y noto en él un ligero estremecimiento.)
.
¡La paz contigo!
1 comentario:
jajajajajaja, perdon Padre eh descubierto su blog en este dia y me he reido de lo grande, no tiene fecha de cuando lo publico pero esta muy agradable.
Felicidades por su Blog y siga compartiendo sus experiencias.
Dios lo Ama
Publicar un comentario