¿Falta de empatía... o falta de cabeza?

Uno de los mayores problemas de la sociedad en la que vivimos es que pensamos, esencialmente, sólo en nosotros mismos, y eso nos hace incapaces de tener empatía, de ponernos realmente en la situación de los demás.
La vida del otro, sus alegrías o sufrimientos, estamos incapacitados para vivirlo como algo que no sea un mero apéndice superficial de nuestra propia vida. En general, la situación del otro nos importa únicamente en la medida en que nos produce estabilidad o nos desequilibra. Y esto se da en mayor o menor grado dependiendo de lo vinculados que estemos, vital o afectivamente, a esa persona.
Se cometen así “meteduras de pata” tremendamente hirientes que no son provocadas por una mala intención sino por la, anteriormente aludida, incapacidad para ponernos en la situación del otro:
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En mi parroquia funciona desde hace tiempo un “grupo de duelo”: personas que se reúnen para afrontar juntas, desde la fe, el proceso de duelo que están viviendo por la pérdida de un ser querido.
En una de las últimas reuniones, una joven madre, en un tono que reflejaba entre indignación y tristeza, comentó una vivencia que nos dejó a todos helados:
- Se que la gente lo hace con buena voluntad, pero hay comentarios que no ayudan. Al poco de morir mi hijo, se me acerco una mujer para darme el pésame y me dijo: «Pobrecita. Lo mal que lo estarás pasando con lo de tu hijo. Te entiendo perfectamente porque hace poco yo también he perdido “a mi perrita”.»
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¡Qué oportunidad perdida para haberse quedado callada!
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¡La paz contigo!

1 comentario:

Aurora Llavona dijo...

La verdad es que hay gente es muy insensible a veces, triste anedota la que cuentas...