Estos días pasados recibí un e-mail de un compañero sacerdote que me hizo confirmar mi creencia de que la vieja picaresca española está hoy día más vigente que nunca. Este es, literalmente, el correo electrónico que recibí:
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“Mucho cuidado.
Llaman por teléfono a la parroquia, te dice que es un cura de una parroquia de Bilbao, y te pide que si puedes ayudar a un vecino del pueblo, que está enfermo, con un trasplante de riñón, y que se le ha matado una hermana y una sobrina en un accidente y mañana es el funeral en su parroquia. Está pasando una temporada en el pueblo, descansando, y está sin dinero porque tiene que pasar un tribunal médico.
No te dice la dirección, pero se encarga de avisarle que se pase por la parroquia.
Es un tipo alto, con la pinta de enfermizo, pero es un cara dura.”
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Leyendo este correo me acordé de un hecho ocurrido en la parroquia de mi pueblo siendo yo joven.
En la misa de Navidad, durante el ofertorio, un hombre bien trajeado salió espontáneamente a pasar el canastillo. Fue recogiendo la colecta de banco en banco, y cuando llegó al final de la iglesia salió por la puerta y no lo volvimos a ver.
Una feligresa, ya mayor, cuando se enteró del hecho, sentenció: “Si ha actuado así…, posiblemente necesitaría el dinero mucho más que nosotros.”
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Que el señor me conceda esa capacidad para pensar siempre bien de los demás, sin sentirme con el derecho de juzgarles, porque… ¡Mira que es difícil!
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“Mucho cuidado.
Llaman por teléfono a la parroquia, te dice que es un cura de una parroquia de Bilbao, y te pide que si puedes ayudar a un vecino del pueblo, que está enfermo, con un trasplante de riñón, y que se le ha matado una hermana y una sobrina en un accidente y mañana es el funeral en su parroquia. Está pasando una temporada en el pueblo, descansando, y está sin dinero porque tiene que pasar un tribunal médico.
No te dice la dirección, pero se encarga de avisarle que se pase por la parroquia.
Es un tipo alto, con la pinta de enfermizo, pero es un cara dura.”
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Leyendo este correo me acordé de un hecho ocurrido en la parroquia de mi pueblo siendo yo joven.
En la misa de Navidad, durante el ofertorio, un hombre bien trajeado salió espontáneamente a pasar el canastillo. Fue recogiendo la colecta de banco en banco, y cuando llegó al final de la iglesia salió por la puerta y no lo volvimos a ver.
Una feligresa, ya mayor, cuando se enteró del hecho, sentenció: “Si ha actuado así…, posiblemente necesitaría el dinero mucho más que nosotros.”
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Que el señor me conceda esa capacidad para pensar siempre bien de los demás, sin sentirme con el derecho de juzgarles, porque… ¡Mira que es difícil!
2 comentarios:
Me regalaron un premio. Quiero compartirlo con vos. Puedes pasar a retirar tu “nominación” en: http://padrefabian.com.ar/?p=204
Es curioso lo que llega a hacer la gente ...
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