A veces olvidamos que cada persona es un mundo, y cosas que damos por supuestas son vividas por los demás de forma totalmente diferente. Como resultado, seguro que todos, en algún momento, nos hemos visto sorprendidos por las respuestas que a veces hemos recibido.
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Si esto es válido para los adultos, aún se acentúa más cuando se trata de niños. Aquellos que conviven o trabajan con ellos saben hasta qué punto sus mentes procesan de un modo totalmente personal la información que reciben:
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Hace años me tocó ejercer de catequista con un grupo de niños que empezaban a prepararse para hacer la Primera Comunión. Una de las niñas, de habitual muy alegre y participativa, estaba ese día sería y en silencio, como enfadada y triste. Por más que le pregunté si le ocurría algo, ella apretaba el morro y casi-casi se le escapaba una lágrima.
En aquella ocasión, la catequesis trataba sobre la infancia de Jesús y cómo crecía “en sabiduría, en estatura y gracia ante Dios y ante los hombres”.
Cuando la niña oyó que Jesús había sido niño como ellos, se le iluminó el rostro y preguntó inocentemente: “Entonces, ¿Jesús también tuvo que usar gafas?”
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Si esto es válido para los adultos, aún se acentúa más cuando se trata de niños. Aquellos que conviven o trabajan con ellos saben hasta qué punto sus mentes procesan de un modo totalmente personal la información que reciben:
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Hace años me tocó ejercer de catequista con un grupo de niños que empezaban a prepararse para hacer la Primera Comunión. Una de las niñas, de habitual muy alegre y participativa, estaba ese día sería y en silencio, como enfadada y triste. Por más que le pregunté si le ocurría algo, ella apretaba el morro y casi-casi se le escapaba una lágrima.
En aquella ocasión, la catequesis trataba sobre la infancia de Jesús y cómo crecía “en sabiduría, en estatura y gracia ante Dios y ante los hombres”.
Cuando la niña oyó que Jesús había sido niño como ellos, se le iluminó el rostro y preguntó inocentemente: “Entonces, ¿Jesús también tuvo que usar gafas?”
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Quedó clarísimo cuál era el “problema” que ocupaba la mente de la niña en aquel momento.
Quedó clarísimo cuál era el “problema” que ocupaba la mente de la niña en aquel momento.
2 comentarios:
Hace unos meses me contaban de una catequesis de primera comunión en un colegio.
La catequista, con bastante poca formación, se empeñaba en explicar a los niños que el infierno no existía. Preguntó uno de ellos: pero, si no hay infierno, ¿por qué tenemos que ser buenos, si vamos a estar todos en el cielo?
La catequista se quedó pensativa y le dijo que en realidad el cielo tampoco existía.
Y entonces, una niña, con los ojos bien abiertos, le dijo:…y entonces… ¿dónde está mi abuelo?
Afortunadamente, los padres tomaron cartas en el asunto y pidieron que a los niños les educasen en la fe católica, que es la que ellos querían para sus hijos.
Pero fueron dos niños los que mayor ejemplo dieron a la catequista.
Hola Tio cura, tengo un hermano en el seminario formandose con los Eudistas, es lo más proximo. Me han gustado mucho sus reflexiones y volvere a visitarle. Dios con Ud. Saludos
Pd. En referencia a las respuestas inesperadas, pienso que la lengua emite lo que al corazon reboza..
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