Las nuevas generaciones de padres, y entiéndase bien que estoy generalizando, son tremendamente tolerantes con respecto al consumo de alcohol y de drogas de sus hijos. Muchos lo justifican de una forma insensata, con un "son jóvenes y tienen que divertirse". Otros muchos, cierran los ojos y niegan la evidencia, autoengañándose: "Los demás, sí; pero mi hijo no hace eso".
Por desgracia, cuando metes en tu interior algo que anula tu voluntad y tu raciocinio, no puedes esperar sino conductas impropias de una persona, conductas de las que luego te avergüenzas (si no has llegado al punto en que ya prescindes de criterios morales).
No basta con "tener miedo" de lo que puede estar haciendo mi hijo. Hay que coger el toro por los cuernos y hablar con él a tiempo, tratar de transmitirle valores y criterios de conducta, predicar con el ejemplo, dejar claro quién es el adulto responsable en la casa y saber decir NO a tiempo.
Si ni aún haciendo todo lo posible podemos estar seguros del rumbo que llevarán las vidas de nuestros hijos, cuanto menos si hacemos dejación de nuestras obligaciones para con ellos:
En cierta ocasión, el pueblo en el que servía como sacerdote se vio conmocionado con una noticia que rápidamente corrió de casa en casa: alguien había entrado durante la noche en el cementerio y se había dedicado a destrozar tumbas.
Muchas fueron las personas que rápidamente se dirigieron al lugar para comprobar si las tumbas donde descansaban sus seres queridos eran algunas de las afectadas.
Desde que se tuvo la primera noticia del hecho, el ayuntamiento llamó a la guardia civil, que comenzó rápidamente una investigación. Así, al llegar los vecinos al cementerio se encontraban con todo acordonado, aunque desde la misma puerta eran visibles los destrozos: cruces arrancadas, losas partidas y hundidas, lápidas a las que habían quitado fotos y letras...
La conmoción fue todavía mayor cuando se supo que algún joven del pueblo estaba involucrado en las profanaciones. Al parecer, varios jóvenes de distintos pueblos habían entrado en el cementerio (que no se cerraba por la noche) y, tras "meterse" varias rayas de cocaína, la habían emprendido contra, al menos, diecisiete tumbas. Los jóvenes no debían estar muy lúcidos, pues sobre una de las losas sepulcrales se habían dejado "el carnet de identidad con el que se habían preparado las rayas", lo que permitió identificarles.
Los sentimientos en toda la población se repartían entre la indignación por el hecho y la preocupación por el disgusto que tenían los padres del los jóvenes. Los comentarios eran unánimes: "¡Qué pobres!, con lo buenas personas que son.", "Pues uno de los padres no se saca el disgusto de encima y lleva en la cama desde que se enteró.", "Si vieras lo creyentes y serios que son la familia..."
El domingo siguiente al hecho, por la tarde, se organizó un encuentro de oración en el cementerio. Mucha gente no consideró oportuno asistir, posiblemente porque interpretaron erróneamente que aquello iba a ser una manifestación de indignación contra los autores, y no querían echar mas carga sobre aquellos apenados padres. Otros muchos, especialmente los familiares de aquellos que habían visto ultrajadas sus tumbas, asistieron silenciosos y tristes, y oraron por los que allí descansaban y por los que habían cometido aquel acto de barbarie.
Después de la oración, las distintas familias me fueron pidiendo que les acompañase a las tumbas de sus seres queridos para que compartiera con ellos su dolor. Nadie levantó la voz contra los causantes, sino que llenos de tristeza se preguntaban qué había podido llevar a esos jóvenes vecinos suyos a hacer lo que habían hecho.
Ninguno lo dijo explicitamente, pero todos pensaban que cualquiera de sus hijos o nietos podían haber llegado a ser los causante de aquello... y que no entendían a las nuevas generaciones... y que no sabían como afrontar aquella situación... ¡y eso les daba miedo!
¡La paz contigo!
Por desgracia, cuando metes en tu interior algo que anula tu voluntad y tu raciocinio, no puedes esperar sino conductas impropias de una persona, conductas de las que luego te avergüenzas (si no has llegado al punto en que ya prescindes de criterios morales).
No basta con "tener miedo" de lo que puede estar haciendo mi hijo. Hay que coger el toro por los cuernos y hablar con él a tiempo, tratar de transmitirle valores y criterios de conducta, predicar con el ejemplo, dejar claro quién es el adulto responsable en la casa y saber decir NO a tiempo.
Si ni aún haciendo todo lo posible podemos estar seguros del rumbo que llevarán las vidas de nuestros hijos, cuanto menos si hacemos dejación de nuestras obligaciones para con ellos:
En cierta ocasión, el pueblo en el que servía como sacerdote se vio conmocionado con una noticia que rápidamente corrió de casa en casa: alguien había entrado durante la noche en el cementerio y se había dedicado a destrozar tumbas.
Muchas fueron las personas que rápidamente se dirigieron al lugar para comprobar si las tumbas donde descansaban sus seres queridos eran algunas de las afectadas.
Desde que se tuvo la primera noticia del hecho, el ayuntamiento llamó a la guardia civil, que comenzó rápidamente una investigación. Así, al llegar los vecinos al cementerio se encontraban con todo acordonado, aunque desde la misma puerta eran visibles los destrozos: cruces arrancadas, losas partidas y hundidas, lápidas a las que habían quitado fotos y letras...
La conmoción fue todavía mayor cuando se supo que algún joven del pueblo estaba involucrado en las profanaciones. Al parecer, varios jóvenes de distintos pueblos habían entrado en el cementerio (que no se cerraba por la noche) y, tras "meterse" varias rayas de cocaína, la habían emprendido contra, al menos, diecisiete tumbas. Los jóvenes no debían estar muy lúcidos, pues sobre una de las losas sepulcrales se habían dejado "el carnet de identidad con el que se habían preparado las rayas", lo que permitió identificarles.
Los sentimientos en toda la población se repartían entre la indignación por el hecho y la preocupación por el disgusto que tenían los padres del los jóvenes. Los comentarios eran unánimes: "¡Qué pobres!, con lo buenas personas que son.", "Pues uno de los padres no se saca el disgusto de encima y lleva en la cama desde que se enteró.", "Si vieras lo creyentes y serios que son la familia..."
El domingo siguiente al hecho, por la tarde, se organizó un encuentro de oración en el cementerio. Mucha gente no consideró oportuno asistir, posiblemente porque interpretaron erróneamente que aquello iba a ser una manifestación de indignación contra los autores, y no querían echar mas carga sobre aquellos apenados padres. Otros muchos, especialmente los familiares de aquellos que habían visto ultrajadas sus tumbas, asistieron silenciosos y tristes, y oraron por los que allí descansaban y por los que habían cometido aquel acto de barbarie.
Después de la oración, las distintas familias me fueron pidiendo que les acompañase a las tumbas de sus seres queridos para que compartiera con ellos su dolor. Nadie levantó la voz contra los causantes, sino que llenos de tristeza se preguntaban qué había podido llevar a esos jóvenes vecinos suyos a hacer lo que habían hecho.
Ninguno lo dijo explicitamente, pero todos pensaban que cualquiera de sus hijos o nietos podían haber llegado a ser los causante de aquello... y que no entendían a las nuevas generaciones... y que no sabían como afrontar aquella situación... ¡y eso les daba miedo!
¡La paz contigo!
2 comentarios:
Y la droga donde participa en todo esto?? hay multitud de usuarios responsables de drogas.... y cantidades ingentes de bestias pardas que no necesitan estimulo quimico para hacer sus tropelias!! si en vez de el carnet para meterse cocaina hubieran dejado el papel de aluminio de comerse un bocata de chorizo... Le echariamos la culpa al embutido de las barrabasadas de esos "chavales"???
Al cesar lo que es del cesar, a Dios lo que es de Dios.... y al libre albedrio lo que es suyo; no culpemos a la sustuancia; si no al usuario!!
He visto personas comer chorizo, estimado senor anonimo, y he visto personas ingerir cocaina, creame que hay un mundo de diferencia!! personas que normalmente no serian capaces de matar una hormiga, bajo el influjo de esta estupida droga decapitan sin mayor titubeo a un nino pequeno, y no son historias de horror, es el mundo en que vive mucha gente en America Latina. Personas que comen embutido de chorizo... no creo que se verifique el mismo efecto. Este es el punto que quiere recalcar el Tio cuyo caso explicado no llega a las atrocidades que por culpa de los carteles de la droga se verifican en la sociedad actual.
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