Hay gente para todo


En una ocasión, tenía una reunión con el cura de una parroquia cercana. Al llegar a su pueblo me encontré con que había un funeral y, mientras acababa, aproveché para callejear un poco. En el paseo me crucé varias veces con dos hombres de unos 70 años que estaban visitando el pueblo. Involuntariamente me enteré de su historia.
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En nuestra provincia, casi la mitad de la población vive en la capital. Mucha gente se ha trasladado allí a vivir procedente de los diferentes pueblos. Por ello, uno de los servicios que ofrecen las funerarias, cuando alguien vive en la ciudad pero su funeral y entierro va a realizarse en un pueblo, es poner un autobús para que familia y amigos puedan asistir de forma gratuita.
Al parecer, uno de aquellos dos hombres, a partir de su jubilación, viendo la cantidad de tiempo libre que tenía, se planteó viajar por la provincia y visitar todos sus pueblos. Lo curioso es el método que utilizaba para hacerlo gratis:
Leía las esquelas que aparecían en el primcipal periódico regional. Si alguien de la capital era enterrado en algún pueblo que aún no había visitado, se informaba sobre si la funeraria ponía autobús para los allegados, y directamente se montaba en el.
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Sus comentarios con el otro hombre (que por lo visto era la primera vez que le acompañaba), no tenían desperdicio:
- “Como los funerales suelen ser por la tarde, da tiempo a saber si va a hacer buen tiempo.”
- “Además, es el momento ideal para visitar un pueblo, pues tienes la seguridad de que la iglesia está abierta y bien iluminada.”
- “La iglesia es lo primero que hay que visitar, antes de que llegue el cadáver y se llene. Después, entre el funeral y la ida y vuelta al cementerio, se tiene aproximadamente una hora y media para visitar el resto del pueblo”
- “¡La única pega… es que no suelen poner película durante el viaje!”
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¡La paz contigo!

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