El otro día tuve el gusto de encontrarme con un sacerdote español con bastante experiencia misionera. Aunque ya hace algunos años que regresó a España y está destinado en una parroquia de su propia diócesis, ha servido a la Iglesia en Guinea Ecuatorial, Bolivia y Honduras.
En este último país centroamericano trabajó al menos durante cinco años, ejerciendo finalmente su labor como secretario del obispo de Comayagua, monseñor Scarpone, y como rector de aquella bella catedral.
En este último país centroamericano trabajó al menos durante cinco años, ejerciendo finalmente su labor como secretario del obispo de Comayagua, monseñor Scarpone, y como rector de aquella bella catedral.
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Estos datos vienen a cuento de la amena charla que mantuve con él. En un momento determinado salió el tema de los rumores y cómo la gente suele hacer más caso a lo que “se cuenta” que a las noticias oficiales. Al llegar a este punto de la conversación, él exclamó suspirando: “¡Qué me vas a contar a mí!”, y me relató lo siguiente:
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No hacía ni una semana que varios antiguos feligreses suyos de Comayagua le habían llamado por teléfono preocupados por su salud. Al parecer, por la ciudad se había corrido el rumor de su fallecimiento. Incluso el nuevo obispo había celebrado en la catedral un responso por su eterno descanso.
“Lo más curioso – me decía – es cómo ha reaccionado la gente ante la noticia.” Y me enseño en su ordenador portátil un e-mail que había recibido el día anterior. Decía así:
Estos datos vienen a cuento de la amena charla que mantuve con él. En un momento determinado salió el tema de los rumores y cómo la gente suele hacer más caso a lo que “se cuenta” que a las noticias oficiales. Al llegar a este punto de la conversación, él exclamó suspirando: “¡Qué me vas a contar a mí!”, y me relató lo siguiente:
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No hacía ni una semana que varios antiguos feligreses suyos de Comayagua le habían llamado por teléfono preocupados por su salud. Al parecer, por la ciudad se había corrido el rumor de su fallecimiento. Incluso el nuevo obispo había celebrado en la catedral un responso por su eterno descanso.
“Lo más curioso – me decía – es cómo ha reaccionado la gente ante la noticia.” Y me enseño en su ordenador portátil un e-mail que había recibido el día anterior. Decía así:
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- Querido padre, recibimos la noticia de que usted ha fallecido. Por favor, respóndanos diciendo cómo se encuentra, que mi mamá está muy afligida.
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Es sintomático: mientras corría el rumor, todo el mundo estaba dispuesto a creerlo, pero en cuanto el obispo lo anunció oficialmente, la gente empezó a tener sus dudas. ¡Así somos!
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¡La paz contigo!
- Querido padre, recibimos la noticia de que usted ha fallecido. Por favor, respóndanos diciendo cómo se encuentra, que mi mamá está muy afligida.
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Es sintomático: mientras corría el rumor, todo el mundo estaba dispuesto a creerlo, pero en cuanto el obispo lo anunció oficialmente, la gente empezó a tener sus dudas. ¡Así somos!
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¡La paz contigo!
2 comentarios:
Siempre es bueno que se preocupen por uno..., aunque sea en estas situaciones. ;)
CUando estuve de experiencia misionera en la selva, los chiquillos ( o no tan chiquillos) del pueblo corrieron el rumor de que habian llamado de España al único teléfono público del pueblo, diciendo que un hermano de alguno de nosotros había muerto... menudo susto nos dimos...
cREO QUE en algunos sitios es de lo más normal
un saludo
Tess: www.buscandotushuellas.wordpress.com
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