En cierta ocasión, me tocó predicar dos días en la novena de Santo Domingo de la Calzada.
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Santo Domingo de la Calzada es una ciudad del Camino de Santiago que recibe su nombre en honor al santo que la fundó. Hay allí una bellísima catedral que en su interior alberga un gallinero con un gallo y una gallina (evocando el milagro más famoso del santo).
Durante la predicación del primer día, el gallo no paró de cantar, impidiendo que se oyera la mayor parte de lo que dije.
En cuanto acabó la misa, el “gracioso” del pueblo no tardó en entrar en la sacristía y decirme:
- Nuestro gallo sabe mucho. Cuando el sermón no es profundo y aburre, empieza a cantar, y a usted le ha cantado catorce veces… ¡Que las he contado!
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Al día siguiente tuve que volver a predicar allí. En esa ocasión, el gallo no cantó ni una sola vez.
Nuevamente, al finalizar la misa, el “gracioso” volvió a entrar en la sacristía diciendo:
- ¡Es increíble! ¡No había visto cosa igual!
Yo, orgulloso, le dije:
- ¡Qué me dice, eh! Hoy no ha cantado el gallo ni una sola vez.
A lo que él me contestó:
- ¿Pero cómo va a cantar, si ha conseguido que se durmiera?
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¡Lo que hay que aguantar!
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¡La paz contigo!
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Santo Domingo de la Calzada es una ciudad del Camino de Santiago que recibe su nombre en honor al santo que la fundó. Hay allí una bellísima catedral que en su interior alberga un gallinero con un gallo y una gallina (evocando el milagro más famoso del santo).
Durante la predicación del primer día, el gallo no paró de cantar, impidiendo que se oyera la mayor parte de lo que dije.
En cuanto acabó la misa, el “gracioso” del pueblo no tardó en entrar en la sacristía y decirme:
- Nuestro gallo sabe mucho. Cuando el sermón no es profundo y aburre, empieza a cantar, y a usted le ha cantado catorce veces… ¡Que las he contado!
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Al día siguiente tuve que volver a predicar allí. En esa ocasión, el gallo no cantó ni una sola vez.
Nuevamente, al finalizar la misa, el “gracioso” volvió a entrar en la sacristía diciendo:
- ¡Es increíble! ¡No había visto cosa igual!
Yo, orgulloso, le dije:
- ¡Qué me dice, eh! Hoy no ha cantado el gallo ni una sola vez.
A lo que él me contestó:
- ¿Pero cómo va a cantar, si ha conseguido que se durmiera?
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¡Lo que hay que aguantar!
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¡La paz contigo!
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