Dicen que cada vez es más común el que la gente tenga alergia a algo. Yo padezco alergia a las gramíneas desde los trece años, lo que me ha llevado a vivir situaciones bastante incómodas.
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Llevaba poco más de un año de sacerdote y acababa de incorporarme a mi primer destino como párroco (de hecho aún tenía las cajas sin desenvalar), cuando tuve que celebrar el primer funeral en uno de aquellos pueblos de montaña.
A pesar de ser ya septiembre, hacía muy buen tiempo y mi rinitis alérgica estaba en todo su esplendor.
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Durante todo el funeral no pararon de llorarme los ojos y tuve que interrumpir varias veces la celebración para sonarme las narices, que se habían convertido en un auténtico grifo.
El problema es que la gente del pueblo aún no me conocía, y los familiares del difunto pensaron que mis lágrimas y mis continuas interrupciones eran fruto de mi dolor ante la perdida de su ser querido, lo que hacía que se sintiesen cada vez más emocionados.
Como consecuencia, el funeral acabó siendo un mar de lágrimas y llantos por parte de todos los asistentes.
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Al final de la celebración, volviendo ya del cementerio, pude escuchar a dos señoras mayores que hablaban entre ellas y decían:
- Ay, que mal rato he pasado.
- Pues anda que el pobre cura…
- Oye, pero… ¿De qué le conocía, si el cura tendrá veintitantos años y **** tenía ya noventa y siete?
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Novato como era, realmente lo pasé mal. ¡Muy mal!
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¡La paz contigo!
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Llevaba poco más de un año de sacerdote y acababa de incorporarme a mi primer destino como párroco (de hecho aún tenía las cajas sin desenvalar), cuando tuve que celebrar el primer funeral en uno de aquellos pueblos de montaña.
A pesar de ser ya septiembre, hacía muy buen tiempo y mi rinitis alérgica estaba en todo su esplendor.
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Durante todo el funeral no pararon de llorarme los ojos y tuve que interrumpir varias veces la celebración para sonarme las narices, que se habían convertido en un auténtico grifo.
El problema es que la gente del pueblo aún no me conocía, y los familiares del difunto pensaron que mis lágrimas y mis continuas interrupciones eran fruto de mi dolor ante la perdida de su ser querido, lo que hacía que se sintiesen cada vez más emocionados.
Como consecuencia, el funeral acabó siendo un mar de lágrimas y llantos por parte de todos los asistentes.
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Al final de la celebración, volviendo ya del cementerio, pude escuchar a dos señoras mayores que hablaban entre ellas y decían:
- Ay, que mal rato he pasado.
- Pues anda que el pobre cura…
- Oye, pero… ¿De qué le conocía, si el cura tendrá veintitantos años y **** tenía ya noventa y siete?
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Novato como era, realmente lo pasé mal. ¡Muy mal!
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¡La paz contigo!
1 comentario:
Perdón por la intromisión "tio cura". Buscando desesperadamente una cura para mi alergia a las gramineas me encontré con el blog. Sólo quería saludarle y felicitarle por lo simpático de la historia.
Un saludo.
elpombi@hotmail.com
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